Ella quiere un helado de
fresa. Aunque estemos a diez grados bajo cero, aunque sean las tres y
diecisiete de la mañana, aunque nadie hable nuestra lengua en esta maldita
Moscú, aunque el coche se haya calado en medio de una calle tan desconocida
como cualquiera a nuestro alrededor, aunque hayamos salido del hotel en busca
de cocaína, aunque se nos acerquen cuatro tipos exhalando grandes chorros de
vaho mientras hablan entre ellos que lo mismo nos dan cuatro gramos que cuatro
tiros, ella quiere un helado de fresa.
Y qué son cuatro tiros si somos capaces de verla comer su helado de fresa con una sonrisa antes de perder toda la sangre...
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