—A veces
beber cerveza es una salida a un día horrible.
—Sin
duda.
—Últimamente
no aguanto los parques, ¿sabes?
—A mí
me ocurre lo mismo, parece de broma toda esta alegría.
—¿Y
las palomas?
—Las
mataría a todas.
—Las
parejas besándose...
—Al
verlas me siento tan ruin, tan triste, tan solo...
—Tú lo
has dicho.
—Oye, por cierto, ¿por qué te dejó Raquel?
—Era
guapísima, ¿eh...?
—Sin
duda. Estaba como un tren... Pero, ¿por qué se fue, por qué te dejó Raquel?
Nunca me lo has contado.
—Ni lo
haré.
—¿Y se
puede saber por qué?
—Porque
no es asunto tuyo.
—Apostaría
un huevo a que se buscó otro menda con más dinero.
—Perderías
un huevo.
—Yo
creo que no, era demasiado sofisticada para un tipo como tú.
—¿Sofisticada?
—Sí,
se veía claramente que únicamente eras una parada en su camino hacia algo
mejor.
—Estás
un poco duro hoy, ¿no te parece? No sé si me está sentando bien tanta
sinceridad de alguien al que consideraba mi amigo.
—Sí,
puede ser, perdona, es la cerveza y este maldito parque. Y tanto sol.
—¿Te
acuerdas de cuando te la presenté?
—Joder,
claro; ella vestía esa faldita indecente y sus tacones más altos.
—¿Qué
pensaste?
—Pensé
matarte y largarme con ella.
—Pero qué dices, tío...
—Sí, se me pasó por la cabeza, de verdad..., un instante....
—Sabes,
realmente nunca supe si me amaba o no.
—¿Nunca
te dijo te quiero o algo así?
—Me lo
decía cada mañana.
—¿Todas
las mañanas?
—Todas...
Menos la mañana en que se marchó.
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