No poder elegir lo
conveniente.
Quedar anclado en la niebla de las páginas
rodeado de hombres y mujeres
muertos
que generalmente caminaron a tropezones
por las autopistas de la vida,
fracturándose el espíritu en
tal forma
que después no conseguían arrancarse las desgracias
ni con las calles ni con las sábanas,
para finalizar, en las cornisas de las palabras.
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