Ya os lo he
dicho: siempre es
el después del
nunca
Antonio Gamoneda
Al
borde del precipicio
donde
el impulso abigarrado del odio
regresa
a la materia y a la luz
que
sustentan este lúgubre baile de sombras,
el
aguacero de los instantes
heredado
del silencio
alcanza
el ideal de la muerte.
El
tiempo casi todo lo ignora
de
la verdadera devastación de su voz.
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