Inyéctate
mercurio para encontrar en su morada
al
demiurgo que sella el fracaso del espacio
y
abre sin rasgar los cuatro sellos de las almas.
La serpiente y el azufre reptando desesperados
por nuestra mística de ángeles inalterables
tan herméticos como antiquísimos relojes
exactos.
Pulveriza
en un instante la roca del tiempo
para,
lejos, ausente, de la sal que te compone,
vislumbrar
el infierno devastado por el hielo.
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