lunes, 7 de octubre de 2013

Confesiones de un fumador de opio (fragmento)



<Aislado en 1803 e introducido su uso general en los albores de 1820, la morfina era desde un principio más una herramienta de uso médico que destinada al pueblo que de carácter popular o familiar, menos disponible fácilmente y más cara que el opio sin refinar y aunque presentaba la ventaja de una fuerza predecible -el alcaloide aislado era de una concentración consistente mientras que los diferentes lotes de opio en bruto podían variar radicalmente en cuanto a la proporción de sus elementos constituyentes- nadie estaba seguro de cuál era la forma más adecuada de usarlo, pero con la introducción a mediados de 1850 de un dispositivo más exclusivo, la jeringa hipodérmica, la morfina llegó a ser más efectiva y más restringida a la práctica de la profesión médica. Una inyección de solución de morfina rápidamente llegó a formar parte del inventariado médico y la ineficacia del tratamiento precedente en todos los casos de dolor severo llegó a ser incluso más evidente cuando la nueva tecnología se propagó por todos los escenarios bélicos de Europa y los Estados Unidos durante 1860. En torno a 1880, la terapia era tan habitual en la práctica diaria médica que el autor de una enciclopédica británica proclamó: "La jeringa hipodérmica y la solución de morfina son ahora los elementos casi tan imprescindibles para un médico como el estetoscopio o el termómetro." De hecho, se extendió la imagen del médico como el hierofante del arcano de las misteriosas tecnologías curativas del último tercio del siglo-causa en parte responsable del constante estado de incremento de la profesión médica -hecho inextricablemente ligado a la administración de inyecciones de morfina. Un practicante americano de esta nueva terapia aseveró: "El paciente concede crédito al milagro". >