<Aislado en 1803 e introducido su uso general en los albores de
1820, la morfina era desde un principio más una herramienta de uso médico que
destinada al pueblo que de carácter popular o familiar, menos disponible
fácilmente y más cara que el opio sin refinar y aunque presentaba la ventaja de
una fuerza predecible -el alcaloide aislado era de una concentración consistente
mientras que los diferentes lotes de opio en bruto podían variar radicalmente en
cuanto a la proporción de sus elementos constituyentes- nadie estaba seguro de
cuál era la forma más adecuada de usarlo, pero con la introducción a mediados
de 1850 de un dispositivo más exclusivo, la jeringa hipodérmica, la morfina
llegó a ser más efectiva y más restringida a la práctica de la profesión médica.
Una inyección de solución de morfina rápidamente llegó a formar parte del
inventariado médico y la ineficacia del tratamiento precedente en todos los
casos de dolor severo llegó a ser incluso más evidente cuando la nueva
tecnología se propagó por todos los escenarios bélicos de Europa y los Estados
Unidos durante 1860. En torno a 1880, la terapia era tan habitual en la práctica
diaria médica que el autor de una enciclopédica británica proclamó: "La jeringa
hipodérmica y la solución de morfina son ahora los elementos casi tan
imprescindibles para un médico como el estetoscopio o el termómetro." De hecho,
se extendió la imagen del médico como el hierofante del arcano de las
misteriosas tecnologías curativas del último tercio del siglo-causa en parte
responsable del constante estado de incremento de la profesión médica -hecho
inextricablemente ligado a la administración de inyecciones de morfina. Un
practicante americano de esta nueva terapia aseveró: "El paciente concede
crédito al milagro". >