viernes, 26 de abril de 2013

Esta condena





Esta condena

«Nadie ignora que la literatura comienza por la poesía»
Jorge Luis Borges




No poder elegir lo conveniente,
quedar anclado en la niebla de las páginas
rodeado de hombres y mujeres
muertos
que generalmente caminaron
a tropezones por las autopistas de la vida.

No poder delimitar los contornos,
superponer ensueños con las palabras,
y atacarlas,
agarrarlas desprevenidas,
y cortarles la salida
y ahogar su retaguardia
para que den de sí,
las palabras,
para que sufran,
pues saben cómo se ganan las batallas.
Hay que poner el lenguaje a sudar
y cumplir la venganza seca
en los libros,
estandartes vivos de los insignes cadáveres.

Nada restará de la poesía cuando muera el último hombre,
cuando desaparezca la última mujer,
o, quizás, regrese toda la poesía,
pero toda
la poesía,
como al principio de los tiempos
(cuando solo era,
y estaba,
el Verbo).
La poesía descubierta de nuevo,
como una angina de pecho
que viajaba oculta en las mutaciones genéticas
de las razas venideras de poetas.

La poesía sustenta lo que nos hace humanos,
mantiene la esencia
viva, la realidad;
como Atlas,
el joven titán condenado por Zeus a sostener la Tierra;
los poetas debemos cargar con la responsabilidad
de crear el mundo
y de mantenerlo sobre nuestros hombros.
El poeta es como Atlas,
mas también es un ser humano
y en ocasiones, tristes siempre,
no consigue cumplir su tarea
y es vencido por el peso de sus creaciones.

Escribir es también, por tanto, crear a ese joven titán
que sostendrá al poema,
y llenarlo de aliento,
dotarlo de tamaña fuerza
que mantenga en vuelo
suficientes mundos de palabras.
Los poetas debemos aplacar la tiranía de los dioses
y evitar el arrepentimiento
como lo evitan las estrellas.



martes, 23 de abril de 2013

Al relente de los sueños





Al relente de los sueños

«Todo lo que no es mi alma no es para mí
más que escenario y decorados.»
Fernando Pessoa



Aplazas el mundo, soñador,
olvidas las proporciones áureas en las páginas
y te entregas a ti mismo;
no hay esfuerzo y no hay búsqueda
en el arte de soñar,
composición imaginada del reflejo;
el pasado de los hombres vuela
entorno al candil de los sueños.

Todo sueño es fervor,
estructura innata del tiempo entre vigilias,
voluntad de ceder el control,
la atención y la inercia,
enfermedad de las ideas, fiebre del pensamiento,
lenitivo primordial.
El arte puede mentir,
pero el soñar no.

Vives, soñador,
al relente de los sueños.
Deambulas, soñador,
por las afueras de una ciudad inexistente.
Atrás, lejos,
queda la casa donde duermes.
Sobre tierra húmeda te desnudas
y en tus pies tienes sangre
porque saltas sobre diamantes.

Preguntan las páginas qué dirección siguen las palabras
y el llanto de los árboles convierte la urbe y el mundo
en una jungla
en la que se besan las serpientes.

El corazón del sueño
es un gran vacío que late,
el vértigo de un inmenso agujero
que flota
y se arrastra sin tiempo.
Gira el sueño alrededor del abismo,
siempre en contacto
con la geometría de la nada.

El sueño rompe la lengua del tiempo;
no desaparece cuando desaparece el soñador,
no desaparece cuando desaparece el espacio,
el sueño permanece activo desde que nacemos,
jamás descansa,
nuestra vida se ha diseñado para soñar.
Es un remolino sin fondo,
ojo que se abre en las entrañas del alma.





viernes, 19 de abril de 2013

Nadie dijo que fuera fácil





En mi habitación doy un par de pasos lentamente, tres.
Desde la ventana observo lo que ocurre abajo, en la realidad, y me doy cuenta de que esos hechos conforman una porción ínfima en comparación con todo lo que podría ocurrir. Las posibilidades son enormes, pero mi cerebro tan solo es capaz de aglutinar algunas cuantas visiones. Pienso en esos seres que construyen proyectos mientras pasean por las calles.
Afuera. Donde el viento agita los álamos recién plantados alrededor de la plaza principal. Donde existen los semáforos y las charcuterías. Donde se lucen las mejores galas para parecer algo, alguien.
Nadie dijo que fuera fácil.
Imaginad una enfermedad que, gradualmente, fuese borrando toda traza humana de los enfermos. Pues la sociedad está aquejada de ese virus maldito.
O es la sociedad, o soy yo.