lunes, 11 de febrero de 2013

Ángeles herméticos (A César Dávila Andrade)



El 21 de enero de 2013, como sabéis, tuve el honor de leer poemas junto a Juvenal Soto dentro del ciclo Encuentro de generaciones de Los Lunes de El Pimpi, las tertulias literarias dirigidas por José Infante. Pues bien, en esa lectura quise recordar al gran poeta y cuentista ecuatoriano César Dávila Andrade y para ello leí "Ángeles herméticos", pues el poema encontró significación y fuerza cuando decidí dedicárselo a este poeta tristemente desaparecido en 1967. Los versos sufrieron cirtas transformaciones, los alejandrinos aparecieron, la alquimia y la mística se hicieron presentes sin complejos.
Además, como veréis en el vídeo, no lo leo sino que recito las tres estrofas sin mirar las hojas.
Transcribo lo que, más o menos, dije como presentación:

 
"El próximo poema que (en este caso) voy a recitar, “Ángeles herméticos”, está dedicado a César Dávila Andrade.
Permítanme, antes de proceder a recitarlo, decir unas cuantas palabras sobre este gran poeta y cuentista nacido en Cuenca, Ecuador, en 1918, y que se suicidó en Caracas, Venezuela, en 1967, a los 48 años.
César Dávila Andrade es, sin duda, es uno de los mayores representantes de la literatura ecuatoriana, y, junto a Pablo Palacio, el más venerado y seguido por los jóvenes poetas ecuatorianos que, en su mayoría, tienen muchas cosas que decir, y saben cómo hacerlo. Algo no tan común entre los poetas jóvenes como se podría suponer en un principio.
Por desgracia, César Dávila Andrade es muy poco conocido en España.
Su trayectoria poética tuvo diferentes épocas. Este poema que voy a recitar a continuación hace referencia a su última época, la que se ha dado en llamar su “poesía hermética”, aludiendo al carácter intrincado y místico, con el que el poeta se hace, de alguna manera, alquimista.
El porqué hacer poesía de esta manera se explica bien en esta cita del Rosarium philosophorum, El Rosario de los filósofos, manuscrito ilustrado y anónimo fechado en 1550;  la cita dice:
Cuando hablábamos abiertamente, no decíamos (en realidad) nada. Pero cuando escribíamos en lenguaje cifrado y en imágenes, ocultábamos la verdad.
Lenguaje cifrado para ocultar la verdad, esa es la clave de la “poesía hermética” de César Dávila, que me atrae por su complejidad y la certeza de que existe mucho más detrás de lo que se dice.
De este modo, escribí “Ángeles herméticos”, breve poema dedicado al gran César tratando de acercarme a él con sus armas y el respeto debido, respeto por quienes sucumbieron mientras luchaban por hacer avanzar a la poesía.
En mi poema, que hunde sus cimientos en la intuición y en los versos alejandrinos, invoco en cada una de las tres estrofas a los tres elementos básicos en la alquimia, el mercurio, el azufre y la sal."



 
 
 
Ángeles herméticos
 
(A César Dávila Andrade)
 

Inyéctanos mercurio para hallar en morada
al demiurgo que sella el fracaso del espacio
y abre sin rasgar los cuatro sellos de las almas.

Coágulos de azufre viajan desesperados
por nuestra oscura mística de ángeles herméticos
e inalterables como antiguos relojes exactos.

Pulveriza en un instante la roca del cielo
y acércanos la sal que tus versos han creado:
contemplaremos cómo el infierno engulle al tiempo.
 
 

 
 
 

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