miércoles, 14 de agosto de 2013

Palabras para el que sabe




En Naked lunch, William S. Burroughs (1914—1997) vomita el infierno que fue creando y vislumbrando en su interior durante los quince años en que el escritor estuvo enganchado a la droga. Droga es el término genérico que Burroughs utiliza para referirse al “opio y/o sus derivados, incluyendo los sintéticos, del demerol al palfium”. Es como si el resto de drogas no mereciesen el nombre de droga. Solo el opio, los opiáceos, es droga para Burroughs. De igual manera, denomina también con una palabra específica a su periodo de adicción a la droga: la Enfermedad. El escritor entró en contacto con la Enfermedad con treinta años y logró escapar de ella, tras incontables intentos fallidos, con cuarenta y cinco y en un aceptable estado de salud, considerando las circunstancias. Era 1959. Naked lunch se publicó ese mismo año reuniendo, ordenando y editando las notas que Burroughs fue escribiendo durante tan enorme –y abismal– período de tiempo. Debió de ser una tarea titánica, aglutinar esos quince años y crear algo totalmente nuevo con todo aquel incoherente material. Pero Burroughs es un especialista en salir airoso hasta de los peores envites que seamos capaces de imaginar.




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domingo, 4 de agosto de 2013

El ángel exterminador, de Luis Buñuel



En sus memorias, Luis Buñuel resumió la trama de su película El ángel exterminador con las siguientes palabras:
“(…) un grupo de personas que, una noche, al término de una función teatral, va a cenar a casa de una de ellas. Después de la cena, pasan al salón y, por una razón inexplicada, no pueden salir de él”.
Puede parecer un planteamiento simple, y lo es en realidad, pero solo a primera vista. Un grupo de personas encerradas, y, más aún, por algo que es inexplicable, provoca inmediatamente una serie de condicionantes de gran fuerza narrativa, pues enseguida aparecen en liza la carestía de recursos básicos para la vida, y con esta, la sed, el hambre, la falta de higiene, la competencia, la superstición, etc. El genial director aragonés maneja todos estos hilos con maestría posibilitando que el espectador se replantee conceptos como la condición humana y el valor de la sociedad. Los avances sociales que suponemos firmemente conquistados por la humanidad, que creemos ampliamente superados, son tan frágiles como la llama de una vela. Con un soplido bien dirigido basta para apagar su luz.
Fotograma de "El ángel exterminador"
Fotograma de “El ángel exterminador”
En otras palabras, El ángel exterminador hunde sus raíces en lo social, en la fragilidad de las convenciones sociales con las que nos hemos dotado en pos de la convivencia; un maremágnum, en definitiva, al que se le abren las costuras en cuanto es agitado un poco.



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