sábado, 29 de octubre de 2011

El primer EP de Joy Division


En 1977, Ian Curtis y su banda, Warsaw, comienzan a abrirse paso en la escena musical inglesa. En julio graban The Warsaw Demo, de clara influencia Punk, quizás en homenaje a aquel concierto de los Sex Pistols en el Lesser Free Trade Hall de Manchester que sirvió como detonante para que Bernard Sumner y Peter Hook se decidieran a formar un grupo. Poco después de la finalización de la Demo, Warsaw prescinde de Brotherdale como batería para poner en su lugar a Stephen Morris. Ya no habría más cambios en la formación de la banda que a principios de 1978 pasó a llamarse Joy Division. Este nombre hace referencia a los grupos de mujeres judías obligadas a prostituirse en los campos de concentración nazis. En junio lanzaron un EP llamado An Ideal for Living, con cuatro canciones en las que se aprecia una evolución en su sonido, ya no tan crudo.


La portada del EP, a cargo del guitarrista Bernard Sumner, exhibe un dibujo en blanco y negro de un miembro de las Hitlerjugend (Juventudes Hitlerianas) aporreando un gran tambor. El nombre de la banda aparece en grandes letras góticas, Joy! Division. Y para completar el trabajo, el título del EP, An Ideal for Living (Un Ideal por el que Vivir), se encuentra a la derecha, en vertical, con letras pequeñas.
Tras su lanzamiento, el grupo fue acusado de insensibilidad, incluso de ser neonazis. Ian Curtis, Peter Hook, Stephen Morris y Bernard Sumner en todo momento dejaron claro, sobre todo con sus canciones, que aquellas suposiciones eran falsas; pero aun así, los cuatro miembros de la banda debieron de percatarse que la combinación del significado del título del EP con los otros dos elementos de la portada, ambos relacionados al Nazismo, no les ayudaba mucho para desmarcarse de ser tachados de simpatizantes de Hitler y sus ideas. Por esta razón, más tarde, cuando el 12” salió a la venta, la portada fue sustituida por una imagen de un enorme andamio, casi un escudo metálico, delante de un edificio que se intuye en reconstrucción.


martes, 25 de octubre de 2011

La bebida y Joseph Roth

                              "El alcohol, sí, acorta la vida, pero impide la muerte
                               inmediata."

sábado, 22 de octubre de 2011

La mirada de Casagemas


En 1901, profundamente afectado por el suicidio de su amigo Carlos Casagemas, Pablo Picasso (que cuenta por aquel entonces con 19 años) cae en un estado de honda tristeza. De manera inevitable, este trágico suceso le lleva a reflexionar sobre el sentido de la vida y a enfrentarse a la muerte, viéndola quizás como un todo devorador, es decir, la nada.

En sus pinturas, este desasosiego en su ánimo, se filtra, y desde 1901 a 1904 asistimos a una etapa llena de introspección y melancolía. Es el llamado “Periodo Azul”.

Hay un cuadro de Picasso que refleja sin lugar a dudas esta inquietud existencial. Se trata de La Vida (Barcelona, 1903), una de las obras más meditadas de su juventud. Picasso realizó numerosos bocetos preparatorios, en ellos se pueden observar variaciones en la composición de los personajes y que la figura masculina empezó siendo un autorretrato para acabar representando a Casagemas. En La Vida, de esta manera, Picasso permite salir definitivamente sus angustias referidas a su amigo muerto. Se podría decir que esta pintura proviene de sus subsuelos psíquicos por lo que el simbolismo (no deliberado) adquiere gran importancia. Y por ello el cuadro se presta a múltiples interpretaciones. Punto crucial en este hecho es, a mi entender, la mirada del propio Casagemas. Es una mirada penetrante y aún así no deja de mostrar desamparo, incluso fragilidad. Además hay algo en sus ojos, ¿qué ven? Ya pueden quebrarse la cabeza los exégetas: en su incapacidad para lograr fijar con claridad, exactitud y precisión ese algo está la genialidad de Picasso.

A través del espejo

Ojos que no sienten, corazón que no ve.

Web-Lander: Ni Hikikomori ni Nini ni Hacker



         
  Te despiertas y no te reconoces: bien, vas bien. Has dormido con la cabeza apoyada sobre el teclado del ordenador y te duele el cuello. Al moverte la pantalla reacciona, encendiéndose. Tecleas tus contraseñas y entras en tus cuentas. Tienes cuentas de correo en cuatro páginas diferentes, con dos y tres seudónimos cada vez; también en casi todas las páginas importantes de descargas (aunque tú las usas mucho más para subir toda clase de archivos pues tus discos duros están únicamente para lo esencial y aun así están bastante llenos). Perteneces a los veteranos de Youtube, Genero.tv, Menéame y Spotify. Odias Facebook aunque eres tres personas ahí dentro. Y en Twitter has llegado a discutir con quince usuarios sobre armas de fuego de los cuales la mayoría eras tú mismo. Por supuesto, usas Ubuntu y tratas de hundir a Microsoft. Te has registrado en muchos más sitios, pero no los vas a enumerar ahora. De estas cuentas la mayoría ya han sido olvidadas pero a veces, cuando te da la nostalgia, resurgen algunas pues tu lista en Marcadores nunca decrece. Te gusta acumular posibilidades, ver cómo aumentan los lugares que posees con un solo clic.

Lo mejor y lo peor es saber que hoy todo ha cambiado. En cuanto abriste los ojos supiste que no eras la misma persona que antes de dormirte. Tampoco es que te hayas convertido en alguien distinto. Estás mutando. Incluso tu alrededor es diferente. Tu habitación no parece tu habitación aunque no dudas, ni por un segundo, que es tuya. Ya sabías que no era una buena idea echar una cabezadita, pero acumulabas demasiadas horas sin dormir y al final sucumbiste y has de pagar el precio. El precio es tener que reconstruir ese mundo detrás de la pantalla que hace unas horas era todo lo que pedías a la vida.

Regresas a las páginas web que siguen abiertas delante de ti. Las analizas..., pero no recuerdas qué perseguías, por qué aparecen tantas referencias a la nanotecnología aplicada a los alimentos, la fabricación de carros de combate y las muñecas Barbie. Resignado, prefieres navegar sin destino fijo mientras tratas de contactar con ferminus y neodanir, infructuosamente. A cada instante todo se torna más extraño. Sigues introduciéndote en la red, notas que tu cuerpo y tu mente retornan a esa sintonía con la máquina. Tus células reconocen la vibración de las imágenes del monitor cuando consiguen salir del sopor del mal dormir y lees a tremenda velocidad cosas realmente sorprendentes sobre la realidad, la misma que te rehúye. Es excitante. Sabes que eres un pionero, un Web-Lander... Te mueve el afán de conocimiento y arriesgas cada jornada para no volver a ser tú mismo... Deambulas por batallas míticas, luego los volcanes absorben tu atención pues conocen la esencia de este planeta y entretanto observas plantaciones de opio y a millares de manifestantes que rompen sus contratos de esclavitud ante los ojos atónitos de los policías. Por suerte no tienes hambre y no tienes sed. Tampoco sueño ni ganas de mear. Compruebas que la red sigue igual, es decir, en continua mutación. Entonces, sin poder evitarlo, te preguntas cuestiones tan imbéciles como “¿Cuánto tiempo ha transcurrido?” Eres consciente una vez más de que el tiempo no existe porque no hay una verdadera referencia. Jurarías que han pasado unas pocas horas pero en tu ventana ya no hay luz... Descubres que Internet es capaz de convertirse en un agujero negro que hace que las formas que rodean el monitor comiencen a deformarse, a retorcerse como si fuesen una toalla inmensa que estrujan para sacarle hasta la última gota de agua... Has entrado por fin donde querías entrar. Te concentras en lo que lees, ves y escuchas. Tocando el ratón que desplaza al puntero eres invencible, eres único, eres auténtico, eres poderoso. Eres tantas cosas como no eres realmente nada. Tu lengua se restriega por tu cavidad bucal, la sientes seca, agrietada y triste. Abres un Red Bull. Sacas también de la pequeña nevera portátil un par de paquetes de salchichas. Tu desayuno, tu comida y tu cena a las tantas de la madrugada. Mientras masticas no dejas de navegar por la red. Tus pensamientos surgen velozmente hasta que uno de ellos se detiene y se hace fuerte y enorme: “Estás solo."

Tan solo como siempre has querido estar.

Aparecen mil imágenes, pero ninguna te afecta. Permaneces ausente, en un plano distinto. Entonces piensas una nueva estupidez: “¿Dónde estás?” Es imposible responder a preguntas como ésa cuando eres un Web-Lander. Tus sentidos no cejan de pelear por darle forma al mundo que tienes ante ti y que sin embargo está tan lejos. Todo se mezcla en tu cabeza; o tu cabeza se mezcla con todo. A cada instante sientes más agitación neuronal, las visiones se van tornando más frenéticas. Estás manejando demasiadas herramientas a la vez. Tu torre resopla, pareciese que se hincha, que suda. Te encuentras rodeado de un sinfín de cosas que no comprendes, ni siquiera podrías decir cuándo ni cómo empezó el actual viaje por la red a transformarse en un laberinto que se multiplica a sí mismo frenéticamente. Tu ordenador se bloquea. Mientras se reinicia, notas varias puntadas en tu estómago. Vas al baño a pagar la primera de las tres cuotas diarias -como mínimo- de tu diarrea.

Además de tu salud, vas consumiendo tus ahorros ya que un Web-Lander debe encontrar su sustento económico en la red y aún no has sabido cómo hacerlo. Ferminus y neodanir sí lo han conseguido, pero se niegan a contarte cómo. Además de ferminus y neodanir, tienes más amigos; pero a ninguno lo conoces personalmente. Jamás has invitado a nadie a venir a tu casa. Ni siquiera a ferminus o neodanir. Ni ellos a ti… Las visitas son una ordinariez. Además de innecesarias.

Alargas el brazo y sacas de la diminuta alacena un paquete de palomitas para hacer en el microondas y en dos minutos te llenas los carrillos con las rosetas de maíz reventado. Bebes leche a morro. Por supuesto eres de los que piensan que comer delante del teclado es un placer, otro más de esta vida, como lo es también estar fofo y que nadie lo vea. Pero lo mejor es estar solo, o mejor dicho, el poder estar solo siempre que algo no sale como quieres.

En ocasiones te entretienes imaginando qué harías si una mañana te levantases y, en vez de reencontrarte con tus usuarios y contraseñas, con los diferentes personajes que juntos dan una idea bastante aproximada de ti mismo, sucediese que la conexión a Internet no funciona... El tiempo cobraría sentido. El tiempo se curvaría y te tocaría para decirte que cuando quiere puede ser muy lento... Agobiado por el tic-tac, buscarías ropa decente y saldrías a la calle. Aprovecharías para ir a comprar víveres y de camino te meterías en un bar..., eso es lo único que echas de menos, un bar, sentarte en un taburete alto al lado de la barra y beber cerveza tras cerveza mientras los demás desayunan, y luego toman cafés con anís y más tarde tapas... La cerveza delante del ordenador no sabe igual de bien, hay que reconocerlo… Pero, en cambio, frente a la pantalla, los Red Bull te inyectan la rapidez neuronal que más te conviene cuando andas asombrado con las páginas de los Hackers y estás tratando de poner en marcha un sistema para robar todas las claves de tus vecinos. Podrías conseguir dinero así, trapicheando con claves. Sin embargo acabas enfrascándote en conversaciones sin sentido con escritores de reconocido prestigio que se empeñan en mantener contacto con el público; o viendo fotos de gente en sus vacaciones o mientras entierran a su abuela; o dándole a la pornografía..., y eso que procuras evitar esas páginas. Ferminus en cambio está generalmente empalmado o haciéndose pajas. Es muy desagradable porque tiene conectada la cámara web las 24 horas y, bueno, a veces no puedes evitar mirar..., ya tiene un montón de seguidores... Sus padres están horrorizados: su madre descubrió, hace cosa de un mes, su página... Hubo una gran pelea, pero ferminus no dio su brazo a torcer... Resultado: ya no le dan la tabarra con que no puede seguir malgastando su vida delante del ordenador, ahora a sus padres sólo les preocupa la vergüenza que pasan y que su primogénito vaya a enfermar por masturbarse tanto. Pero ferminus no se amedrenta, vive solo, en un estudio, y hace lo que le da la gana a pesar de los chantajes de su madre que amenaza con tener un infarto cerebral... A neodanir, en cambio, según te contó él mismo, sus padres lo han dado por perdido tras luchar por traerlo al redil cuanto han podido. En este aspecto se debe de parecer a lo que sucedía en los ochenta con los primeros yonquis. El padre dejó de considerarlo su hijo y es la madre (a escondidas) quien le va a visitar y le limpia la casa y lava la ropa... No puedes evitar pensar en tus padres… Tus padres están muertos..., que es algo bien jodido…, te duele una barbaridad recordar sus rostros, cuánto te querían…, eres hijo único...,  pero para el caso es mucho mejor, heredaste la casa y algunos ahorros, y sobre todo no has de soportar la mirada inquisidora de un padre decepcionado, ni los ojos llorosos de una madre que no para de sufrir por comprobar cómo vas consumiendo tu salud. Tu periplo, debido a estas funestas circunstancias, fue totalmente personal. Te convertiste en tu propio juez y llegaste, como ferminus o neodanir hacían con sus progenitores, a inventar enfermedades para justificar tu ausencia de la vida social hasta que no hubo más remedio que aceptar que estás conscientemente perdido, que de alguna manera aterrizaste en la red y ahí vas a seguir viviendo puesto que no quieres ser quien eres, sino muchos más. Y es que tú no eres tú, salvo cuando apagas el ordenador… Por eso no lo apagas nunca.


viernes, 21 de octubre de 2011

PIONERA


Amelia Earhart, en 1932, se convirtió en la primera mujer que atravesó el Atlántico volando en solitario. Durante quince horas surcó el cielo para llegar desde Terranova hasta Gran Bretaña.

            Cuatro años antes, Amelia Earhart ya había cruzado el Atlántico en un avión y también había sido en esa ocasión la primera mujer en hacerlo, pero como pasajera. Es de suponer que al aceptar ir como compañera del piloto Wilmer Stulz y del mecánico Louis Gordon en aquel vuelo (organizado en 1928 por el Cuerpo Aéreo del Ejército de los Estados Unidos) quisiese ver desde una posición privilegiada cómo afrontar y superar una travesía de tal magnitud. Es decir, no es descabellado pensar que a esta mujer intrépida, mientras iba de paquete sobre el océano (o aun antes), se le metiese entre ceja y ceja la idea de volver a surcar ese mismo cielo pero siendo ella la que estuviese a los mandos del avión. Lo consiguió el 20 de mayo de 1932, pilotando un Lockheed Vega 5b.

            El siguiente desafío fue atravesar Estados Unidos de punta a punta. Primero a través del Pacífico, desde Hawai hasta California y después hasta Washington. Incluso el presidente Franklin D. Roosevelt le envió felicitaciones cuando Amelia cumplió con éxito la aventura.


            Sin embargo, Amelia Earhart quería más y en 1935 comenzó a preparar un viaje alrededor del mundo sobrevolando la línea del Ecuador, un recorrido de unos 46000 kilómetros en total, la mayor distancia posible. Escogió un Lockheed L-10 Electra, avión bimotor con autonomía de 7000 kilómetros. Y a Frederick Noonan como acompañante.

            El 1 de junio de 1937 despegó desde Miami hasta San Juan, Puerto Rico. De ahí,  a Natal. Desde Natal cruzó el océano Atlántico hasta Dakar. Voló sobre África, Oriente Medio e India. Sus destinos posteriores fueron Bangkok, Bandoeng (en Singapur), Darwin y Lae (en Nueva Guinea). Por aquel entonces llevaba unos 36000 kilómetros recorridos. Su periplo comenzaba a ser un gran acontecimiento en Estados Unidos. Sus compatriotas podían seguir las crónicas de sus etapas enviadas por los corresponsales de los periódicos.

            A las 00:00 GMT del 2 de julio de 1937 partió desde Nueva Guinea. En determinado momento, se interrumpieron las comunicaciones con los buques del ejército estadounidense que últimamente la apoyaban logísticamente y se perdió su rastro.

           El presidente Roosevelt autorizó la búsqueda con nueve barcos y sesenta y seis aviones pero el esfuerzo resultó infructuoso pues no se encontraron ni su cadáver ni los restos del avión.

              En 1938 se erigió un faro en la isla de Howard en su honor.

         Se han escrito multitud de teorías para explicar su desaparición y la de su acompañante, quedaron (y siguen quedando) abiertos muchos interrogantes sobre qué pudo suceder.

          En la actualidad, todavía los exploradores marinos intentan descubrir en las profundidades del Pacífico los restos del bimotor Lockheed L-10 Electra.

              A los escritores nos basta con su leyenda.