sábado, 23 de febrero de 2013

Colaborador en Revista Rocinante (Quito, Ecuador)



Este mes de febrero que se acaba ha traído una nueva colaboración de la que me siento muy satisfecho, y honrado. Se trata de la Revista Rocinante, editada mensualmente en Quito. Esta revista quiere compartir con los lectores información, y las singularidades, del mundo del libro, de los autores, libreros y editores. Para mí es muy importante esta colaboración ya que todo escritor desea que sus textos sean leídos y, si uno lo hace bien, comprendidos. Rocinante, al ser editada en papel y llegar a las casas de los quiteños cada mes (gracias al programa de apoyo a la lectura de Ecuador), facilita la consecución de esta fundamental necesidad del escritor. Según me han comentado son más de diez mil suscriptores los que la revista tiene. Es decir, más de diez mil hogares. Quizás nunca más textos de mi autoría vayan a ser leídos por mayor cantidad de público. Por tanto, se trata de una ocasión extraordinaria, actualmente.
En febrero, me estrené con mi artículo-homenaje a Juan Benet, el escritor-ingeniero de Volverás a Región.
Quiero dar las gracias a Iván Égüez, director de la Revista Rocinante, por confiar en mí. Y, sobre todo, a Santiago Vizcaíno, gran poeta y editor, pues seguramente ha sido él quien ha ayudado a que esa confianza surja (además de los artículos que envié). Santiago, gracias. Me alegra mucho trabajar contigo. Estáis haciendo un gran trabajo. Los escritores y editores debemos contar a los lectores qué hacemos, cómo lo hacemos y por qué lo hacemos. Ojalá la revista siga creciendo tanto en suscriptrores como en contenidos.

Podéis descargar gratuítamente el número de febrero (o cualquier otro, creo) en la página web de la revista:




lunes, 11 de febrero de 2013

Ángeles herméticos (A César Dávila Andrade)



El 21 de enero de 2013, como sabéis, tuve el honor de leer poemas junto a Juvenal Soto dentro del ciclo Encuentro de generaciones de Los Lunes de El Pimpi, las tertulias literarias dirigidas por José Infante. Pues bien, en esa lectura quise recordar al gran poeta y cuentista ecuatoriano César Dávila Andrade y para ello leí "Ángeles herméticos", pues el poema encontró significación y fuerza cuando decidí dedicárselo a este poeta tristemente desaparecido en 1967. Los versos sufrieron cirtas transformaciones, los alejandrinos aparecieron, la alquimia y la mística se hicieron presentes sin complejos.
Además, como veréis en el vídeo, no lo leo sino que recito las tres estrofas sin mirar las hojas.
Transcribo lo que, más o menos, dije como presentación:

 
"El próximo poema que (en este caso) voy a recitar, “Ángeles herméticos”, está dedicado a César Dávila Andrade.
Permítanme, antes de proceder a recitarlo, decir unas cuantas palabras sobre este gran poeta y cuentista nacido en Cuenca, Ecuador, en 1918, y que se suicidó en Caracas, Venezuela, en 1967, a los 48 años.
César Dávila Andrade es, sin duda, es uno de los mayores representantes de la literatura ecuatoriana, y, junto a Pablo Palacio, el más venerado y seguido por los jóvenes poetas ecuatorianos que, en su mayoría, tienen muchas cosas que decir, y saben cómo hacerlo. Algo no tan común entre los poetas jóvenes como se podría suponer en un principio.
Por desgracia, César Dávila Andrade es muy poco conocido en España.
Su trayectoria poética tuvo diferentes épocas. Este poema que voy a recitar a continuación hace referencia a su última época, la que se ha dado en llamar su “poesía hermética”, aludiendo al carácter intrincado y místico, con el que el poeta se hace, de alguna manera, alquimista.
El porqué hacer poesía de esta manera se explica bien en esta cita del Rosarium philosophorum, El Rosario de los filósofos, manuscrito ilustrado y anónimo fechado en 1550;  la cita dice:
Cuando hablábamos abiertamente, no decíamos (en realidad) nada. Pero cuando escribíamos en lenguaje cifrado y en imágenes, ocultábamos la verdad.
Lenguaje cifrado para ocultar la verdad, esa es la clave de la “poesía hermética” de César Dávila, que me atrae por su complejidad y la certeza de que existe mucho más detrás de lo que se dice.
De este modo, escribí “Ángeles herméticos”, breve poema dedicado al gran César tratando de acercarme a él con sus armas y el respeto debido, respeto por quienes sucumbieron mientras luchaban por hacer avanzar a la poesía.
En mi poema, que hunde sus cimientos en la intuición y en los versos alejandrinos, invoco en cada una de las tres estrofas a los tres elementos básicos en la alquimia, el mercurio, el azufre y la sal."



 
 
 
Ángeles herméticos
 
(A César Dávila Andrade)
 

Inyéctanos mercurio para hallar en morada
al demiurgo que sella el fracaso del espacio
y abre sin rasgar los cuatro sellos de las almas.

Coágulos de azufre viajan desesperados
por nuestra oscura mística de ángeles herméticos
e inalterables como antiguos relojes exactos.

Pulveriza en un instante la roca del cielo
y acércanos la sal que tus versos han creado:
contemplaremos cómo el infierno engulle al tiempo.
 
 

 
 
 

domingo, 10 de febrero de 2013

Arthur Schopenhauer



"En la vida ocurre lo que en el ajedrez. Trazamos un plan, pero ese plan está condicionado por lo que quiera hacer, en el ajedrez, el adversario, y en la vida, el destino. Las modificaciones que el plan sufre con ello son casi siempre tan grandes que en su ejecución apenas resulta ya reconocible en algunos de sus rasgos básicos."


Arthur Schopenhauer


 

 

jueves, 7 de febrero de 2013

Albert Plá



Albert Plá: "Me río mucho de que la gente no pueda comprarse un Audi, o una casa de 400.000 euros, o ir a Portaferrissa a ponerse esos vestidos horribles, o a cenar a un restaurante de mierda a gastarse 100 euros. Quiero decir... ¡jódete! (...) A ver... Te dicen que va de puta madre y cobras mil euros y te compras una casa de 400.000 y te dicen que guay, que puedes hacerlo. Y luego, que no puedes... Ostia, ¿no sabías algo tan básico como sumar?"


 

Toda el artículo/entrevista en:  http://www.eldiario.es/diaricultura/cultura-musica_6_98400164.html


domingo, 3 de febrero de 2013

Cinismo versus Poder



Ambrose Bierce, con diecinueve años, se alistó como voluntario en el ejército de la Unión, incorporándose al noveno regimiento de Infantería de Indiana. La Guerra de Secesión (1861-1865) le ofreció el espectáculo de una humanidad estúpida y cruel y, como resultado, el joven soldado quedó estremecido por la capacidad de los seres humanos para buscar con avidez la manera de masacrar a sus semejantes con mayor eficacia.
 
Además, fue un hombre marcado por una infancia repleta de represiones junto a sus doce hermanos (él fue el décimo de los trece hijos) puesto que sus padres eran granjeros de profunda fe calvinista y se esforzaron con tenaz afán en instaurar un ambiente puritano en su familia. Durante toda su vida conservó un fuerte desprecio para con todos los suyos, tomando especial relevancia el odio sentido hacia su padre que trató de exorcizar en su escritura con la descripción de varios parricidios.