domingo, 4 de agosto de 2013

El ángel exterminador, de Luis Buñuel



En sus memorias, Luis Buñuel resumió la trama de su película El ángel exterminador con las siguientes palabras:
“(…) un grupo de personas que, una noche, al término de una función teatral, va a cenar a casa de una de ellas. Después de la cena, pasan al salón y, por una razón inexplicada, no pueden salir de él”.
Puede parecer un planteamiento simple, y lo es en realidad, pero solo a primera vista. Un grupo de personas encerradas, y, más aún, por algo que es inexplicable, provoca inmediatamente una serie de condicionantes de gran fuerza narrativa, pues enseguida aparecen en liza la carestía de recursos básicos para la vida, y con esta, la sed, el hambre, la falta de higiene, la competencia, la superstición, etc. El genial director aragonés maneja todos estos hilos con maestría posibilitando que el espectador se replantee conceptos como la condición humana y el valor de la sociedad. Los avances sociales que suponemos firmemente conquistados por la humanidad, que creemos ampliamente superados, son tan frágiles como la llama de una vela. Con un soplido bien dirigido basta para apagar su luz.
Fotograma de "El ángel exterminador"
Fotograma de “El ángel exterminador”
En otras palabras, El ángel exterminador hunde sus raíces en lo social, en la fragilidad de las convenciones sociales con las que nos hemos dotado en pos de la convivencia; un maremágnum, en definitiva, al que se le abren las costuras en cuanto es agitado un poco.



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