¿Cómo destrozar las máscaras?
o
¿por qué alimentar a los muertos?
Las
rosas son arrancadas de cuajo
por
jardineros que desconocen su oficio,
que
pululan en la creencia de que ellos
son
las rosas del jardín.
Víctimas
de la quietud doméstica,
sucios
habitantes de lo intrascendente
dejad
de lamer las manos de los popes,
la
más mínima brisa os barrerá
zaquizamíes
burocráticos,
la
poesía es tenaz,
las
habitaciones más secretas del palacio
no
se dejan engatusar
por
cuatro carantoñas,
sois
cadáveres agradecidos
hipotecáis
la pena,
transformáis
vuestra inmensa tristeza de postín
en
cuotas de funambulismo,
en
parcelas de llanto
que
no conlleva lágrimas
sino
aburrimiento, el más hondo de los vicios
de
quien miente,
de
quien se miente.
No
os enfrentáis a nadie
tan
solo a vosotros mismos.
Yo
alzo la voz
con
la fragilidad de los peces
en
su retorno al mar.
He
arribado hasta este preciso instante
para
que escuchéis
la
palabra desnuda:
Decapitación.
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